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Dream Theater y 40 años de ensueño

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14 años tuvimos que esperar para el retorno de Mike Portnoy a Dream Theater. Un hecho que por unas u otras circunstancias muchos pensamos que jamás se llegaría a consumar. Pero la Historia, caprichosa en su mayoría, a veces sufre desenlaces con final feliz. Eso es lo que debimos pensar los varios miles de asistentes que el pasado sábado 16 de noviembre poblamos con máxima expectación las plateas y las gradas del Mea Arena de Lisboa.

 
Portnoy, cabeza pensante y uno de los responsables directos del éxito de Dream Theater estaba de vuelta con sus colegas. El destino parecía escrito con la precisa pluma de un escribano para que su retorno se uniera a la adelantada celebración del 40 aniversario de la banda. Su denominación para 1985 era como Majesty, no como Dream Theater, pero el origen y las bases de lo que en el futuro serían los reyes mundiales del metal progresivo ya estaban ahí, fraguándose a fuego lento.
 
Con semejante prólogo se entienden los previsibles nervios y el deseo, tanto de protagonistas como de audiencia, de que el show diera comienzo cuanto antes. Las camisetas de Dream Theater se multiplicaban con el paso de los minutos en una avalancha que hacía muchos años que no se vivía con semejante intensidad. 
Recogido el telón arrancarían con la emblemática «Metropolis – part1: The Miracle and the Sleeper», presentándose dos claves sobre las que giraría todo el show. La primera de ellas es la voz de Labrie, más ajustada y modulada. Un acierto a pesar de que aún así su rango vocal en ocasiones fuese un pelín chillón. Otro detalle a tener en cuenta se ciñó en torno al trabajo aparentemente secundario pero fundamental de John Myung en la sección rítmica y de Jordan Rudess, dos monstruos que con el pasar de los años ganaron el rol de piezas claves de la banda.
 
La intro «Overture 1928» y su correspondiente continuación con «Strange Deja Vu» nos transportaron a la mejor etapa discográfica de la banda, la que les hizo dar el boom en el expansivo metal progresivo con el sempitero «Scenes from a Memory». Cambiarían la Historia de la música y tras un cuarto de siglo ahí los siguen, dando forma y sentido al cuarto arte. Labrie se advirtió aquí un poco gritón en ciertos agudos, tremendamente exigidos, pero de los que iría ganando confianza con el paso de los minutos. 
 
Groove e incesantes headbangings en «The Mirror», uno de los tracks más crudos, directos y pesados de toda su carrera. Las influencias a Pantera suenan por los cuatro costados dejándonos una de las sorpresas de la noche: Jordan Rudess y su exhibición en primera fila de parrilla con su guitarra sintetizador. Previo al corte se produjo una más que emotiva presentación de Portnoy que supo a vuelta a casa. Cómo lo echábamos de menos…
Entrada triunfal del asesino silencioso John Myung en «Panic Attack». Su intro de bajo es una excelsa prueba de virtuosismo, en directo todavía más. Otro enorme y diferencial punto positivo de la noche fueron los coros de Portnoy en los que en este caso se unió Petrucci. Ese peso y presencia, esa personalidad es la que echamos en falta desde hace más de una década. Con todo el respeto a Mangini, al que amamos y valoramos hasta la extenuación por su papel fundamental en Dream Theater en estos años. Sustituto difícilmente mejorable que asumió su rol de manera envidiable. 
 
«Barstool Warrior» nos sacó de un plumazo de la incógnita acerca de si con la llegada de Portnoy se iban a suprimir los temas compuestos durante la etapa de su tocayo Mangini. Portnoy lo interpretó como suyo llevándolo a su terreno. «Distance Over Time» es un trabajo que envejece de manera brillante y más que lo hará. Aún así a título personal hubiese escogido otro tema del susodicho LP. Algo meramente personal vaya.
 
Una de las joyas de la corona llegaría con «Hollow Years», interpretada con una intro novedosa entre Rudess y Petrucci en solitario. Ellos dos completamente solos frente al escenario. Su composición contiene un razonable parecido al de Budokan del 2004 pero en formato eléctrico. Incluso el estribillo principal de James Labrie fue levemente modificado sin olvidar el sublime desarrollo final de piano de Rudess en un duelo titánico con Portnoy. No obstante, la belleza y el preciosismo presente no se modificó ni un ápice. Obra de arte sin paliativos.
 
En la otra cara de la moneda se encuentra «Constant Motion» que se posicionó como único representante del intrincado «Systematic Chaos». Tremenda exhibición de virtuosismo funcionando con precisión quirúrgica a lo largo de todos los desarrollos. Un disco en general y un tema en concreto que con el paso de los años ganó un mejor status colectivo dentro del prog. No pocos fueron los que criticaron duramente su orientación hacia derroteros más pesados. Con todo sigue sonando portentoso en directo tras casi dos décadas desde su lanzamiento
 
El cierre del primer acto vendría de la mano de «As I Am» perteneciente al poderoso «Train of Thought», el disco que Metallica desearía haber compuesto. Thrash prog insuperable hasta la fecha. Sonó como un cañón, preciso y nítido, dando cátedra de cómo unos extraterrestres pueden explorar y experimentar con distintas géneros y subgéneros para parir una pieza dentro de coordenadas metal prog. Lo que unos ven como vendida o oportunista adaptación otros lo vemos como bendita virtud compositiva. La genialidad es ilimitada.
Tras algo más de una hora de show se acordó una parada de hidratación y otros quehaceres varios, eso claro, quien tuviese la valía de abandonar sus posiciones. Pocos fueron los valientes que se movieron, nadie quiso perderse el tremendo setlist que nos esperaba en este segundo acto. Después de 30 minutos las luces se apagaron y desde las pantallas ofrecieron un vídeo repasando a través de sus portadas y mucha simbología toda la discografia de los neoyorquinos. 
 
Hechas las presentaciones «Night Terror» arrancaba sin miramientos ni concesiones. Se notó rodada, ya que apenas separan un pocos meses desde su grabación. Supone además el primer y único single hasta la fecha de la segunda etapa Portnoy sintiéndose desde la primera escucha el groove, el carisma y el desparpajo del baterista. Dream Theater siendo Dream Theater.
 
A partir de aquí se irán sucediendo joyas clásicas unas tras otra hasta el final. «Under a Glass Moon» abriría haciendo parada obligatoria de nuevo en el mítico «Images and Words» de 1992. El quinteto estuvo soberbio con un John Myung que parecía tocar el piano con el bajo por la manera en que movía los dedos de ambas manos. Otra obra maestra tocada por la varita mágica de la atemporalidad.
 
La excepción fue «This Is the Life», perteneciente al «Dramatic Turn of Events», primer LP de la era Mangini. Un temazo que para nada desentona ante tanta genialidad en este segundo pase. Labrie aquí se encanta, en estas velocidades y texturas vocales, dando ese plus diferencial que toda banda de progresivo necesita para no solo vivir de la instrumentación. Los más enfermos del género queremos complejas estructuras instrumentales pero cuando tienes un genio de la talla de Labrie no importa, es más, deseamos baladas, power ballads y medios tiempos como este. Tema infravaloradísimo.
 
Las genialidades «Vacant» y «Stream of Consciousness» no pueden ir sino de la mano. Labrie vuelve a estar excelente en su breve aportación en «Vacant», suficiente para de nuevo remarcar que siguen estando excepcional en tonalidades bajas y graves, explotando uno de sus recursos por lo que saltó a la fama. Sigo sin entender porque no tiran más de temas en esta tesitura o porque no ajustan, modifican o bajan las octavas que sean necesarias para que el canadiense se sienta cómodo. Todos los vamos a agradecer beneficiándose él mismo el primero.
 
El resto con «Stream of Consciousness» es una maravilla instrumental a la altura única y exclusivamente de estos extraterrestres. Creatividad, virtuosismo y feeling en mismas dosis para acabar por colorear una pieza inconmensurable y amada por unanimidad entre todos sus fans. Belleza en estado puro, la sinfonía divina definitiva 
Pero si un tema reúne todas estas sensaciones y pareceres a un nivel superior, supremo, es la obra magna «Octavarium». Una extensa y ambiciosa pieza, sobretodo en el directo, de 24 minutos. Locuras musicales más propias de otra época. Aquí Dream Theater tocaron la cima interpretativa de todo el show, mantenimiento el ritmo y el nivel por todo lo alto tras casi dos horas de concierto, que se dice pronto. No somos conscientes de la barbaridad, de la barrera infranqueable que llevan años y años realizando en los directos.
 
Tras semejante ensueño la esperada «Home» dio más cobertura al ya mítico e histórico «Scenes from a Memory». El final de siglo nos dejaba perplejos con una de las masterpieces más fundamentales del rock/metal progresivo. Así su inicio estilo árabe nos hizo bailar, su riff posterior cabecear hasta el dolor para acabar por someternos con sus pasajes histriónicos. Un tema completito que lo tiene todo: feeling, cambios, virtuosismo y esencia theateriana a raudales.
 
Enésimo clímax y ya perdimos la cuenta de cuántos van, en lo que podría considerarse una sensación multiorgásmica con «Spirit Carries On». A su vez uno de los momentos más bonitos de toda la noche con el público coreando el estribillo e iluminando el Mea Arena con sus linternas al son de la música. Preciosa imagen que la propia banda se encargaría de inmortalizar. Labrie vuelve a sentar cátedra en esto de las baladas
 
En la despedida baño de multitudes con su composición más reconocible como es «Pull Me Under», selección obligada en cualquier setlist de la banda. La primera nota señaló lo que serían los últimos compases y ni el maratoniano repertorio ni el cansancio acumulado fueron obstáculo para que el público volviera a enloquecer. ¿Quién ha dicho que los conciertos de progresivo son aburridos y parados? 
 
Final de ensueño para un epílogo ya escrito del que Clock & Roll fuimos testigos directos. Por todo lo alto celebrábamos Dream Theater y sus fans sus 40 años de existencia y la vuelta de Portnoy. En unos meses esperamos la guinda al pastel: el lanzamiento de su nuevo álbum. Mientras, toca esperar.
 
 

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