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Crónica Montando Cristo XI (04/10/2025)

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Porriño vivió este pasado sábado la jornada más metalera de todo el año de la mano del Montando Cristo, festival encuadrado en las Festas do Cristo de O Porriño. Edición tras edición confirman insistentemente su afán por la defensa de la música local y underground en este caso con Electric Läger, Elëven y Lucifèrnaga, mientras que procedentes de Jaén y como representación no gallega los elegidos fueron Santo Rostro
 
Abrieron este onceavo capítulo los ya mencionados Electric Läger, nacidos durante la pandemia y en el propio corazón de Porriño, quienes arrasaron con su electrizante hard blues. No obstante, su palestra de estilos pasa también por un heavy de bases 70s y por sonidos posteriores como el stoner o el grunge, afirmando su faceta camaleónica por su capacidad de englobar subgéneros en una misma idea.
 
Y es que en tiempos modernos y de música tan producida es un placer y un orgullo que sigan naciendo en nuestra tierra propuestas primigenias, de las de antaño, basadas preferentemente en un sonido orgánico. Así, los riffs lentos y pesados conviven con otros marchosos y directos. Otra esencia clásica es la necesidad imperiosa del solo como ADN elemental en cada uno de sus temas. 
De entre su setlist destacaría, entre otros, «Down to the Bone», por su esencia añeja alzándolo como uno de sus temas más representativos. Personalmente me recordó a Danzig y Thin Lizzy en una mezcla tan hábil como explosiva. Los riffs pesados e hipnóticos se hicieron fuertes en la plaza de San Sebastián gracias a «Gone Away» y «Midnight Sun». Composiciones defendidas con criterio y tablas de acero.
 
La vena grunge la rescataron con temas como «Mind Pollution», con leves dejes vocales a lo Chris Cornell bajo una instrumentación encrudecida y bluesera. Los solos y las extensas instrumentaciones también se hacen eco en «Born Again». No faltó un contundente mensaje contra la masacre de Altri. Se agradece, porque ante ciertos atentados contra nuestra biodiversidad todo foco mediático de protesta es poco. ¡Muy grandes los Electric Läger!
Breve parón de hidratación y otros quehaceres antes de la puesta de escena de Elëven, un sextete de chavales procedentes de Redondela que se mueven entre el metal alternativo y el hard rock de fuerte base melódica, conjugando garra y estribillos pegadizos. Si la base instrumental engancha todavía más lo hace la voz de Dani, cuya versatilidad le permite moverse de un rango vocal dulce y agradable a lo Miles Kennedy, a un rasgado estilo Brad Arnold o a otros más duros más propios del metalcore. Mucho talento, no cabe duda.
 
Por su parte, la base rítmica, precisa y consistente, se sostiene gracias a la presencia del bajo y las tremendas aporreadas de Elvis, también baterista en Void’s Legion y para mí una de las promesas de toda la escena local. Un fuera de serie. Finalmente las guitarras junto a las capas de teclas redondean una propuesta muy a tener en cuenta. Por cierto, enlazando con esto último, un enorme aplauso para estos jóvenes que se atreven sin miedo a incorporar un teclista a la banda. Ni mil pistas pregrabadas se acercan a la experiencia de tener un teclado sobre el escenario.
Los redondelanos arrancaron con «Fearless of God» y «The Old Story» temas con mucho gancho y cuya voz de Dani lleva inevitablemente a acordarse de Alter Bridge. Ambos temas pertenecen a su reciente EP «Parallels Shadows», trabajo más que recomendable producido por un conocido en la escena como Dany Soengas. Tampoco podía faltar una de sus primeras composiciones, «Drowning», un tiempo medio cargado de sentimiento, ni la pegadiza «H.E.R. (Harbringer of Eternal Rest)» con una fundamental presencia de las teclas.
 
 
Cuando estábamos metidos de lleno en el mundo Elëven salta la sorpresa con dos versiones más que inesperadas. Primero el exitoso «Square Hammer» de Ghost, spoileado a decir por la camiseta de su bajista, y posteriormente «Unholy Confessions» de Avenged Sevenfold. Dos pepinazos, cada uno de su padre y de su madre, interpretados de manera brillante. Hacia el final hubo tiempo para presentarnos un tema inédito todavía sin nombre así como para soltar un ingenioso chascarrillo acerca de la casualidad de su nombre como banda – Elëven – y de la edición de Montando Cristo – 11 –. Curiosa casualidad antes del brochetazo final con «Fire», un hit como la copa de un pino. Así se despedían los redondelanos, dejando la sensación general entre el público de que su futuro puede ser prometedor.
La noche ciñó por completo la velada y con ella se vino la crudeza y oscuridad sonora de Santo Rostro. El power trío procedente de Jaén expuso otra propuesta ecléctica, pero extraída de derroteros lejanos en relación a las dos bandas anteriores. Sludge, doom, noise, psicodelia o stoner son algunas de las piezas que conforman su siniestro y sombrío puzzle musical. Sucio, lento y con frecuencias doom iniciaron con «Cut My Hand» su llamada hacia un ritual mortifero, combinando riffs residuales con riffs hipnóticos a través de largos desarrollos instrumentales. Está será su hoja de ruta fijada, engulléndonos y tragándonos con su lentísima velocidad.
 
La liturgia continúa con «Once Again» cuyo sonido denso y distorsiones nos lleva a viajar a Suiza junto a los sempiternos Celtic Frost. No deja de ser extraño y curioso que un pueblo como el andaluz, que musicalmente tira hacia otros géneros o métodos musicales, tenga un representante en esta coordenadas y de semejante nivel. Tanto, que ya los tuvimos por el noroeste, exactamente hace una cuantas ediciones del Kanekas. Su setlist continuó con una casi total presentación de su último álbum «Después No Habrá Nada», con temas cantados en castellano y que muestran un marcado nihilismo inherente.
Entre los temas de su más cercano trabajo se encuentran «Carcasa Digital» y «Telarañas» temas más directos y cortos con marcadas influencias sludge, psicodélicas y stoner. Los pasajes extensos, experimentales y sensiblemente caóticos entraron en nuestra psique a través de la ambiciosa pieza titulada «Matriz». El trío despliega con maestría una propuesta que cala con su performance y con el áurea transmitido sobre el escenario. Son ya unos cuantos años de carretera y ruta recorriendo el circuito underground de toda España y parte de Europa.
 
En cuanto a «Annual» encaja con el sonido con el que los propio Santo Rostro se autoetiquetan: el heavy psych. De esta forma riffs gruesos, lentos y coloridos pavimentan una base instrumental que suena a 70s modernizados. Finalmente «Aire» y «Eterno» se aferran a la experimentación, este último con un cacharro de botones Arturia Microbrute, creando desarrollos caóticos junto a una performance impresionista de corte épico. Los andaluces nos ofrecieron desde sus tierras sagradas una experiencia extrasensorial inigualable. ¡Unos auténticos capos! 

La exigente tarea de cerrar la XI edición del Montando Cristo recayó sobre Lucifèrnaga. Los gallegos practican un doom stoner de altos vuelos y enorme fiabilidad que, tras seguirlos estos meses en el Kanekas y en su show en la Sala Rebullón de Mos, da muestras de una evolución sobre los escenarios letal. Su nivel es incontestable a pesar de su corta vida destacando, además de por su fuerza y vigorosidad, por sus letras en gallego. Son la representación 100% producto local y una de las bandas emergentes de nuestra tierra. 
 
De esta forma, de entre las tinieblas y la oscuridad hicieron su aparición en la última misa de la noche. Riffs monolíticos y pétreas rítmicas fueron los encargados de estrangular las pocas cervicales sanas de entre el público. Unos cuellos que empezaron a pagar el peaje a poco de empezar por la contundencia de «Noitecidio», una losa de dimensiones estratosféricas.
 
El cuarteto, unos veteranos de guerra con mil batallas en bandas de peso como Mano de Piedra, The Mirage o Supa Scoopa, derrochan una química irreductible sobre los escenarios. Otros de sus seleccionados fueron temas de su LP «Mala Bësta». Así, «Dor», «Retroxénese», «Sacrolume» y «Lucifèrnaga», entre otros, continuaron con la desesperación intrínseca y el pesimismo existencial fielmente transmitido a los micros a través de la rabia de Quini. Las atmósferas lúgubres y rudas acompañan en esta dura agonía, posiblemente desesperante para los más desconocedores del género, pero que los amantes del doom disfrutamos como si fuera un elixir.
 
Coqueteando con el post metal e incluso el shoegaze, sacaron su penúltima bala llamada «Terra Chea». Enésimo grito de angustia con una extensa sección de guitarras que parecen atraparte y engullirte en un abismo de aflicción. La última sinfonía y la despedida definitiva vino con «Lilith» y su riff tan incisivo como cortante. Pelos de punta con la conmoción y el pálpito con la que Lucifèrnaga engancha a sus víctimas. Sin duda, uno de los referentes del doom a nivel gallego en la actualidad. 
Así se daba por cerrado el Montando Cristo que, en esta su XI edición, sigue posicionándose como uno de los festivales otoñales de referencia en la provincia de Pontevedra. 
 
 

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