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Geoff Tate santifica su legado Queensrÿche en la Sala Capitol (09/03/2025)

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La Sala Capital fue protagonista el pasado domingo 9 de marzo de la llegada por primera vez a nuestras tierras de Geoff Tate, cantante de los míticos Queensrÿche. Una de las voces más respetadas e influyentes de su generación hacía parada, por primera vez en toda su carrera, en la capital gallega.

 
A estas alturas sobran las presentaciones, basta con reconocer su aportación con álbumes trascendentales como «Operation: Mindcrime» o «Empire», fundamentales a la hora de sentar las bases de lo que sería el metal progresivo. Por tanto, tener una institución de su calibre obligaba a señalar esta fecha en rojo en el calendario.
 
Para amenizar la velada de nuevo Geoff Tate contó como telonero con Ivory Lake, proyecto del jovencísimo Josh Watts, quien a su vez fuera batería del propio Tate en giras anteriores. Un curioso hecho su elección al moverse en unas coordenadas completamente alejadas a lo que viene haciendo como batería. Él solo, junto a su guitarra y su talentosa voz country/folk, ofrecieron una previa calmada y emotiva en un formato acústico que en mi opinión no encajaba del todo con el plato fuerte de la noche.
No obstante, su talento nadie puede poner en duda ni en entredicho, con un registro vocal admirable y priviligiado tocando también palos tan exigentes como el soul e incluso el R&B. Entre algunos de los singles que sonaron podemos destacar la inicial «My Little Flowers», «Cigarettes», «Reckless Enough to Be Free» o la rockera «Teddy Had a Temper» con un repertorio admirablemente defendido sobre las tablas. En otro contexto y en otro cartel a buen seguro Josh Watts brillaría con luz propia. La vida nos dará otro oportunidad seguro.
 

Con el resto de músicos sobre el escenario y la Sala Capitol ansiosa, Geoff Tate saltaba, o mejor diré asaltaba, Galicia entera con la legendaria «Empire». Desde el segundo cero salió con todo, desbocado y con la idea de hacer lo que mejor sabe: comerse el escenario y humillar al resto de mortales. En cuanto a sus acompañantes rayaron la perfección con una ejecución y puesta en escena brutales. Arranque insuperable y subida de adrenalina a la altura de la estratósfera.
 
Despejadas todas las dudas acerca de cómo se encontraría Tate, los focos reposaron sobre el resto de miembros. Tres guitarras, bajo y batería electrónica fueron el arsenal instrumental encargado de asentar el terreno sobre el que construir el show de Geoff Tate. No pocas críticas, claramente subjetivas, se vertieron por el hecho del uso de la batería electrónica. Yo no escapé de la quema, tan injusta como irrelevante en un ejercicio de puro romanticismo musical. Su uso se debe a cuestiones de comodidad y de la accesible palestra de sonidos que ofrece. El resto fue una masterclass, una perfección más propia de académicos de Berklee.
 
Los tres temas siguientes, «Desert Dance», «I am I» y «Sacred Ground» sirvieron para desempolvar etapas de los norteamericanos, por lo general olvidadas, pero que reflejan la grandiosidad de una banda que supo defender su legado a través del tiempo y del surgimiento de nuevas corrientes estilísticas. Su relativa adaptación es fabulosa. Así, «Desert Dance» y «Sacred Ground» mantienen en parte la esencia de su tiempo con el metal alternativo e incluso leves pinceladas nu metal en sus composiciones. Lógicamente en dosis mínimas pero apreciables.
 
A estas alturas el público ya éramos conscientes del nivel de ejecución, del sonido y de la bestial presencia sobre el escenario de todos y cada uno de los músicos. Es cierto que hubieron algunas partes pregabadas y de apoyo, pero mínimas, nada que estropeara ni echara por tierra un show memorable. Nada de instrusismos, sería un delito tan siquiera ponerlo en entredicho o dejarlo en el aire. Geoff Tate estuvo pletórico en todo momento demostrando el por qué es una de las voces de todo el metal.
 
Saxofón en mano Tate se encargaría de abrir el quinto tema de la noche, «The Thin Line». Vozarrón y versatilidad para asegurar y guardar bajo llave todo lo descrito en el párrafo anterior. Sobran los calificativos. Tampoco podemos dejar de alabar el sonido, tan preciso como nítido, permitiendo escuchar el bajo hasta a los más flojos de oído. Matrícula de honor, especialmente en este tema, a su protagonista. Cierras los ojos y pareces escuchar a los propios Queensryche desde el estudio.
Uno de los momentos de la noche vendrían con la tríada «Operation Mindcrime», «Breaking the Silence» y «I Don’t Believe in Love» de la obra magna, maestra e institución del metal progresivo «Operation: Mindcrime». Sueño húmedo y celestial del que muchos no estábamos preparados ni éramos conscientes. Himnos rayados hasta la saciedad sonando en las recónditas tierras celtas del noroeste español. Un sueño hecho realidad para toda la fanaticada allí congregada.
 
Mudos y con un par de pestañeos contados entre la multitud pasaría de un plumazo este hechizo musical, absortos e incrédulos como quien se encuentra bajo los efectos de espejismos e ilusiones ópticas en el desierto. Más alucinaciones sonoras se apoderaron del público con «I Don’t Believe in Love», desatados y a pleno pulmón vaciaron todo su oxígeno con su inmortal estribillo principal. ¡Qué puñ*t*ro temazo! 
Todavía sin despertarnos del todo del letargo saltarían «NM 156» y «Screaming in Digital» de su primer larga duración «The Warning» de 1984 y del «Rage for Order» de 1986 respectivamente. Ambos temas cumpliendo el objetivo de representar sus inicios más lejanos, dominados por un trasfondo futurista pero a la vez moldeadas por los enésimos estribillos imposibles de reprimir a través del silencio. Los fans más clásicos se relamieron con estas reliquias que con la tontería superan ya las cuatro décadas. Vaya como pasa el tiempo…
 
Del segundo momento culmen de la noche y del orgasmo general serían culpables los otros tres temas representantes del aclamadísimo «Empire». La trilogía «Another Rainy Night», con la insuperable «Jet City Woman» ,coreada hasta por el técnico de luces, y la sempiterna balada «Silent Lucidity», convirtiendo la noche del 9 de marzo de 2025 en fecha histórica para la ciudad de Santiago de Compostela. 
No solo tenemos los restos del Apóstol Santiago en la ciudad capital sino también la estela fugaz e inmortal de uno de los más grandes del metal prog como Geoff Tate. Manteniendo la excelencia saltó a la palestra el merecido homenaje a Pink Floyd con la joya oculta «Welcome to the Machine», un tema que aventureramente diré que casi mejora a la original. No me crucifiquéis por ello. A nivel guitarril aquí se vivió uno de los momentos más ambiciosos al interpretar cada uno de los tres guitarristas sendos solos de un nivel magistral. ¡Apoteósico!
 
Para el final se tenían guardados dos ases bajo la manga como «Take Hold of the Flame», con su legendario y titánico registro vocal, y «Queen of the Reich». Este último un tema mítico y fundamental que solo los más nostálgicos conocerán, ya que pertenece a su primer trabajo, el primitivo y casi paleolítico EP «Queensryche». Pura nostalgia y melancolía en un trayectoria que analizada en retrospectiva es memorable y fundamental para el género.
 
Punto y final para una noche de la que no nos cansaremos de repetir que fue y será eternamente legendaria, histórica y única. Un gigante y un semidiós como Geoff Tate, referente de todo el metal progresivo sin excepciones, vino a Compostela a santificar la Capitol, a la ciudad y todo el territorio gallego. Tampoco es casualidad que se dejara caer un domingo. 
 
Ni los más optimistas nos imaginábamos tal excelencia ofreciendonos a los allí presentes la momentánea e insaciable felicidad plena. La música une y construye como pocas cosas en este mundo. Porque como dice un buen amigo con quien comparto una melomanía enfermiza, «la vida puede ser maravillosa». 

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